Acaban de estrenar en las salas de cine de los Estados Unidos la película "Denial", un poderoso relato legal sobre la defensa de la veracidad histórica. El largometraje narra la demanda introducida por el historiador británico David Irving, en el Reino Unido (1996), en contra de la profesora estadunidense Deborah E. Lipstadt y la editorial Penguin (1993) por difamarlo en su libro "La Negación del Holocausto" -en el que acusa a determinados periodistas e historiadores de negar la realidad de los campos de concentración de Auschwitz, e Irving es calificado como el más comprometido con la negación de hecho.
La trama de la película se desarrolla en cómo demostrar durante el juicio (enero-abril 2000) que las acusaciones contra el demandante (Irving) eran ciertas y por lo tanto no calumniosas por parte de la imputada (Lipstadt-Penguin), ya que en la legislación inglesa la carga de la prueba recae sobre el acusado, por lo cual los argumentos de la defensa no podían dar lugar a subjetividades. Y tal fue el caso de la defensa que el juez Charles Gray dictaminó que Irving "por razones ideológicas había falseado y manipulado constante e intencionalmente la evidencia histórica" con el fin de presentar a Hitler "bajo una óptica injustificadamente favorable", fundamentalmente en su tratamiento de los Judíos. El juez Gray también encontró que Irving era un "militante activo en negar lo ocurrido en el Holocausto...".
Hoy, en el gobierno de Nicolás Maduro sucede lo mismo. Está en estado de negación de la realidad social que atraviesa Venezuela. Realidad que varios medios internacionales han venido mostrando y registrando fotográficamente de lo que acontece en la vida del venezolano.
Raúl Martínez, un paciente esquizofrénico que no tiene la dosis necesaria de sus medicamentos, estaba amarrado en su cama del Hospital Psiquiátrico El Pampero, en Barquisimeto, para evitar que se hiciera daño. Meridith Kohut para The New York Times
El pasado lunes 17 de Octubre, el Wall Street Journal (WSJ), otro de los principales diarios de los Estados Unidos, informó: "La mortalidad infantil se dispara en Venezuela". Las cifras van creciendo. Los bebés que no alcanzan el primer año de vida son 18,6 por cada 1.000 nacidos vivos, según las estadísticas más recientes del gobierno. Por encima de lo reportado por UNICEF para Siria que es 15,4 por cada 1.000 -un país que se encuentra envuelto en una guerra civil donde ocurren bombardeos de la aviación siria y rusa a objetivos civiles, como los ataques al hospital en la ciudad de Alepo.
Mientras que en los países más pobres del mundo, como Sudán del Sur y el Congo, la tasa de muertes infantiles han estado disminuyendo, en Venezuela aumenta rápidamente, negándole a los sectores medios y débiles de la población la posibilidad de tener una familia.
Hace 5 días otro medio americano, CNN en español, reportó el trabajo del fotógrafo "Retratando el rostro del hambre en Venezuela". Un fotógrafo que ha documentado situaciones de emergencia humanitaria en Brasil entre 2014 y 2015. En el caso de Venezuela, tiene una conexión emocional fuerte. La mitad de su familia es venezolana. Sus abuelos llegaron al país después de la Segunda Guerra Mundial, y su mamá nació allí. El reportero en su recorrido por el país caribeño encontró que: "cuando la gente come carne hoy en día en Venezuela, no consume filetes o solomillo. Las personas a menudo tienen que comer los trozos sobrantes...lo que ellos usan para alimentar a sus animales".
Paula, de 48 años, rompe a llorar cuando recuerda cómo ha cambiado la vida en Venezuela en los últimos años. Mientras tomaba esta foto ella cocinaba patas de gallina para el almuerzo, una comida que solía darle al perro.
En la Venezuela de hoy, una parte importante de la población se "rebusca" con los desechos de comida arrojados al basurero para aliviar el hambre.
Con un día de por medio un diario y una agencia reseñan la nueva realidad de los alimentos. El pasado domingo el WSJ titulaba: "Sin mucho ruido, Venezuela se aleja de la política de controles de precios", y anteayer la cadena Bloomberg publicó: "La más reciente crueldad en Venezuela: Estantes llenos de alimentos a precios inasequibles". Los productos con los nuevos precios son muy costosos. "Una botella de salsa de tomate Heinz en una tienda de Chacao en Caracas se vende a 6.670 bolívares, casi $ 7 en el tipo de cambio ilegal, frente a los $ 2,50 que vende Amazon.com. Es decir, un pote de Ketchup vale el 10% del salario mínimo mensual de alrededor de 65.000 bolívares, y fuera del alcance para la mayoría de los venezolanos". [Bloomberg]
Con este nuevo sistema de compra el gobierno segrega la población. Unos pocos con acceso a todos los productos, y la gran mayoría que depende de los CLAP.
Al final, la verdad es más fuerte que la narrativa del gobierno de Maduro. Está en estado de negación hasta que le toque la puerta y despierte. Será tarde para admitirla.