Han transcurrido 100 días desde que Occidente se enteró de la amenaza del virus chino, originado en Wuhan. Las consecuencias seguirán siendo devastadoras para la humanidad, en vidas y bienestar personal –prosperidad de las naciones–, hasta que la vacuna o tratamiento estén disponibles para la gran mayoría de la población. Y esto se calcula que no sucederá sino hasta dentro de aproximadamente 12 meses.
Mientras tanto, el virus chino ha actuado como una bomba de neutrones. Mata gente sin dañar construcciones y edificios, por lo que los gobiernos, para mitigar la pérdida de vidas humanas, han adoptado medidas de confinamiento o cuarentena que han provocado un shock de oferta en la economía.
Es la primera vez que el capitalismo global enfrenta un “coma económico”, una situación que destruye las fuerzas productivas del ser humano que constituyen parte de la base material y técnica de la sociedad. La consecuencia, entonces, será una recesión global con “grave riesgo” a empeorar, afirmó ayer el Fondo Monetario Internacional en el informe sobre Perspectivas de la economía mundial (WEO, según sus siglas en inglés) que denominó “El gran confinamiento”.
Según el organismo con sede en Washington, será la mayor contracción económica desde la Gran Depresión de 1929. De los 189 países miembros, 89% va a registrar una contracción de su ingreso per cápita este año.
De acuerdo con el organismo multilateral, solo 2 naciones se salvarán de esta recesión: China, que crecerá 1,2%, y la India, que lo hará 1,9%. Entretanto, los países desarrollados sufrirán una caída de 6,1%. La gran mayoría de estas economías sufrirán mermas en su actividad: Estados Unidos (-5,9%), Japón (-5,2%) y Reino Unido (-6,5%), mientras, el desplome será peor en la eurozona con duras caídas: Italia (-9,1%), España (-8,0%), Francia (-7,2%) y Alemania (-7,0%).
En América Latina y el Caribe la contracción del PIB será aguda (-5,2%), con golpes para México (–6,6%) y Brasil (-5,3%), y una profundización de la recesión –tercer año consecutivo– en Argentina (-5,7%). En Chile y Perú la caída de sus economías será de 4,5%, en Uruguay 3% y en Bolivia 2,9%; mientras que en Colombia y Paraguay será de 2,4% y 1%, respectivamente. Venezuela se lleva la peor parte al registrar una recesión de 15% con una hiperinflación de 15.000%, y Ecuador es el segundo país con menor crecimiento en la región, -6,3%.
Con este escenario de recesión en un mundo multipolar, China emergería más rápido desafiando a la potencia hegemónica de Estados Unidos, que declinaría con mayor velocidad; mientras que Rusia seguiría perturbando porque no puede imponer un proyecto geopolítico propio y la Unión Europea se desintegraría más pronto que tarde.
El caso de América Latina es distinto. La recesión genera una crisis humanitaria, además de la sanitaria y la económica que también afectan a los países desarrollados. Y es que la economía informal en esta parte del mundo es superior a 50%, y el Estado de bienestar está menos desarrollado. La situación deja al menos a 140 millones de trabajadores informales –27 millones son jóvenes– en la más absoluta miseria. El Estado no tiene capacidad para asegurarles alimentos ni ingresos. Según Oxfam, se incorporarán 54 millones de personas más a la pobreza en América Latina del total de 547 millones.
El virus chino sigue acabando con la población mundial hasta que los sistemas de salud logren mitigarlo o someterlo con un tratamiento o vacuna. Pero mientras esta se consigue, hay que proteger la economía: evitar inicialmente el shock de oferta, estimular la demanda, resguardar a los pequeños y medianos negocios y asegurar el poder adquisitivo del sector informal. Esto requerirá invertir recursos extraordinarios equivalentes a una decena de millones de millones de dólares.
Es el desafío que tiene la sociedad occidental –la democracia, las libertades individuales y la tolerancia social– para seguir liderando la evolución de la humanidad. De lo contrario, será su fin como la conocemos.
El virus chino es una bomba solo mata gente y que destruye la salud y la economía capitalista.