El próximo domingo 26 los brasileños elegirán, en segunda vuelta, el presidente que regirá los destinos del país hasta el 2018. Las opciones son, de nuevo, entre el Partido de los Trabajadores (PT) con Dilma Rousseff, quien buscará reelegirse, y Aécio Neves del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

¿Qué hechos conducirán al triunfo entre las dos opciones? Desde el punto de vista de la confianza para gobernar a Brasil la decisión es orientada por dos categorías: la confianza cognitiva y la confianza afectiva.

La confianza cognitiva se consigue por los resultados obtenidos en las gestiones gubernamentales (Dilma y Aécio) a través de tres juicios de valor como son: la competencia, credibilidad y sinceridad de cada candidato. Es la confianza producto de la razón. Mientras que la confianza afectiva surge de los sentimientos que generan la relación interpersonal, la empatía, o la amistad. Es una confianza emocional, nace en el corazón.

Al evaluar, si Dilma debería tener la confianza cognitiva del electorado, los resultados de su gestión en los cuatro años de gobierno indican que no. La economía se ha estancado y el progreso social desacelerado. El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su último informe de octubre, "Panorama Económico Mundial", ratifica los resultados económicos al reducir la previsión de crecimiento este año de 1,3% a 0,3% y de 2% a 1,4% para el 2015. Dice el informe, que las razones fueron: "una competitividad débil, baja confianza empresarial y condiciones financieras más apretadas (que) afectaron la inversión, mientras la moderación del empleo en curso y del crecimiento del crédito pesaron sobre el consumo".



Adicionalmente, el escandalo de corrupción en Petrobras refuerza esta desconfianza cognitiva. Los testimonios a la Fiscalía de Paulo Roberto Costa, ex directivo de Petrobras -tenía más de $25 millones escondidos en cuentas bancarias en Suiza y las Islas Caimán-, y Alberto Youssef -dueño de una casa de cambio- describen de cómo era la red de sobornos en la petrolera brasileña y la distribución de los fondos para el PT (João Vaccari Neto) y sus aliados -un 3 % del presupuesto de los contratos de Petrobras se desviaba para financiar las campañas electorales de estos partidos. Tal ha sido el escandalo que el sábado pasado, en rueda de prensa en el Palacio da Alvorada, Dilma tuvo que reconocer los "desvíos de fondos en Petrobras".

En cuanto a la confianza afectiva, Dilma con la asistencia del "eterno presidente" Lula da Silva logra seducir al electorado. La empatía -participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona- que la llave Lula-Dilma han desarrollado desde el 2003 con los sectores populares a través del programa social Bolsa Família ha sido vital. Un programa que en el 2013 utilizó recursos equivalentes al 0,5% del PIB. Bolsa Família es el eje central del "Plan Brasil Sin Miseria" en el que se incluye otros programas como "Agua para todos", así como también existen para la vivienda y la formación profesional.

Durante la Administración del PT, el Estado de bienestar ha conseguido que 36 millones de brasileños hallan salido de la pobreza en la última década. Una política que le permitió reducir el porcentaje de brasileños en la pobreza desde 24,3 % en 2001 hasta 8,4 % en 2012, y de la pobreza extrema desde 14 % hasta 3,5 %, según el estudio divulgado este mes por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Por lo que Brasil se ha convertido en un país con una clase media mayoritaria, hogares ganando de 2,000-8,600 reales al mes.



Esta clase media nueva es la que decidirá si Dilma obtiene el triunfo el próximo domingo. Una parte -más de un millón- de esta clase media nueva salió a las calles en junio de 2013 para protestar contra los malos servicios públicos y la corrupción política del gobierno. Dilma perdía la confianza cognitiva en parte de la nueva clase media.

Sin embargo, una característica de las recientes elecciones en los países de América del Sur, donde existe la reelección, es que los partidos que gobiernan ganan por un amplio margen en las zonas rurales donde el aparato del Estado es el eje económico de la región. (véase caso Venezuela, Ecuador y Bolivia). En Brasil ocurre lo mismo en las últimas dos elecciones presidenciales. Dilma en la primera vuelta del 5 de octubre ganó en las zona rurales y Río de Janeiro -a pesar de las protestas antes del mundial de futbol.



Los partidos como el PT en Brasil, PSUV en Venezuela, Alianza PAIS en Ecuador, MAS en Bolivia han desarrollado una relación de coerción social con los sectores populares a través de la emoción -miedo- a perder la protección del Estado para la alimentación, vivienda, y educación. El mensaje electoral de estos partidos políticos es para que la confianza emocional prevalezca sobre la confianza cognitiva.

Por ahora gana la confianza emocional y Lula-Dilma serían reelectos. Si Brasil quiere seguir liderando las transformaciones sociales de América Latina necesita que el nuevo presidente tenga la confianza cognitiva del electorado. De lo contrario le costará dar el salto al club de país emergente desarrollado.

Mientras el miedo domine a la razón en la confianza para quien rige el futuro del país, las naciones continuarán inmersas en lo que han sido hasta ahora. Países de circunstancias o coyunturas más que de estructura, fundamental para ser un país próspero.



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