Al evaluar las perspectivas económicas, sociales y políticas de Venezuela en el corto plazo se observa un panorama sombrío.

La realidad económica del país es cada día más crítica. Las reservas internacionales caen de manera sostenida desde el comienzo de la gestión de Nicolás Maduro. Lo mismo ha ocurrido con la industria que sostiene la economía del país: ha sido saqueada y destruida la empresa petrolera estatal PDVSA. No ha habido crecimiento económico. Ha llegado para quedarse una recesión continua que podría desembocar en una depresión, y los precios de los bienes y productos aumentan vertiginosamente para adaptarse al ritmo acelerado de la inflación.

Las Reservas Internacionales han caído $11.685 millones (54%) en los 4 años que Maduro lleva imponiendo su régimen de gobierno, a través del Plan de la Patria 2013-2019.



Bajo el régimen de Maduro, 180 toneladas del oro monetario correspondientes a las Reservas Internacionales de Venezuela han sido pignoradas. El ritmo con la que Maduro ha empeñado el oro en los años 2015 y 2016 ha sido notable, 17% y 29% respectivamente, hasta alcanzar hipotecar 49% de lo que el Estado disponía inicialmente. Un nivel nunca antes visto en la administración del país para un mismo período.



El 74% de los Derechos Especiales de Giro (DEG) -un activo de reserva internacional con el auspicio del Fondo Monetario Internacional (FMI) para proporcionar liquidez al sistema económico mundial y complementar las reservas oficiales de los países miembros- fueron vendidos en 2015 para ajustar la composición de los activos de reserva. Venezuela ese año pasó en seis meses a tener 579 millones de DEG de un monto inicial de 2.258 millones de DEG, recibiendo $2.350 millones. Actualmente, Venezuela posee 898 millones de DEG en el FMI entre las tenencias y la posición crediticia para un total de $1.265 millones.



Las divisas líquidas dependen de las ventas de petróleo. Una parte corresponde al efectivo que producen las exportaciones de crudo a Estados Unidos e India, y la otra entra por los contratos de la compra a futuro de crudo. En abril de este año, Rosneft hizo un pago anticipado de $1.015 millones a PDVSA, en ese sentido. Y en noviembre del año pasado le entregó $1.485 millones contra la garantía de Citgo.

Unos ingresos que han permitido mantener las reservas internacionales líquidas en un promedio de nueve cifras altas por cuatro meses, producto de la fuerte contracción de las importaciones de bienes y servicios. Además, en lo que ha transcurrido este año, el Banco Central de Venezuela ha liquidado a los importadores un poco más de $3.000 millones. En casi ocho meses, el régimen de Maduro ha entregado lo que consumió el aparato productivo mensualmente cuando no había escasez de alimentos y medicinas en el país, lo que supone que el índice de escasez general debería estar en 57% como mínimo.



En el caso de la industria petrolera, el ejemplo más representativo para evaluar su destrucción es la exportación neta a Estados Unidos porque muestra la relación de lo que PDVSA vende y compra en el mercado americano.

Desde 2012 ha venido importando más productos refinados que los que compran las refinerías americanas del Golfo, tanto en productos como en crudo. La caída en las exportaciones representa 21% desde la instalación del régimen de Maduro, equivalentes a 192 mil barriles por día. Y en la actualidad PDVSA tiene un déficit comercial con EE.UU. de 28 mil barriles por día de productos refinados.



Esta realidad económica en Venezuela es la que llamó Alexander Guerrero en su artículo "La batalla de borrachos por una botella vacía" porque el régimen de Maduro ha terminado de arruinar el Estado. El proceso se ha acelerado durante su mandato, y con la Constituyente entrará en una condición de supervivencia económica que combinará con la profundización del Estado fallido.

La realidad política indica que es necesario abrir un nuevo ciclo en el que surja un liderazgo transformador en contraposición a la "corporativización de la política" porque la realidad política venezolana hoy se debate en quién es el enemigo público.

Para el oficialismo es todo aquello que se opone a la implantación del Plan de la Patria -cuatro años de ruina no son suficientes-, el proyecto hegemónico de Chávez. Mientras que, para los líderes de la oposición agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el enemigo varía de acuerdo a la circunstancia. Por momentos lo representa un régimen dictatorial que viola los derechos fundamentales del pueblo, y en otros es determinado por la supervivencia de los liderazgos partidistas que cohabitan en la MUD.

Entretanto, Trump redefinió su política exterior hace tres días. "No vamos a volver a construir naciones. Vamos a matar terroristas", al referirse a Afganistán.

Cuando Clinton le dijo a Bush en las elecciones presidenciales de Estaos Unidos de 1992 "es la economía, necio", en Venezuela será la economía y las actividades delictivas del régimen de Maduro las que conducirán de nuevo a su salida.



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