“Vámonos compadre que pescuezo no retoña.” - General Luis Llovera Páez
Durante su reciente campaña en el estado Trujillo, María Corina Machado no solo consolidó su posición como líder de las fuerzas democráticas, sino que también fortaleció la conexión emocional con aquellos que, habiendo apoyado al chavismo en el pasado, ahora ven en ella la única capaz de impulsar el cambio tan deseado en el país.
La campaña de Trujillo representa un punto de inflexión en la política venezolana. María Corina se ha erigido como símbolo de resistencia y esperanza en medio de una profunda crisis que ha sumido a la mayoría de los venezolanos en la precariedad. Su habilidad para empatizar con las necesidades y sufrimientos del pueblo ha cimentado su posición en el corazón de muchos, quienes la ven no solo como una política, sino como la líder que podría liberar al país de la opresión de la banda criminal en Miraflores, compuesta por Diosdado Cabello, Cilia Flores, Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López y Jorge Rodríguez, conocida como la Banda de los Cinco.
Frente a esta realidad, el régimen de Maduro ha mostrado claros signos de preocupación. Su respuesta ha sido organizar eventos destinados a contrarrestar el impacto emocional de María Corina, manipulando la participación popular y realizando mítines simultáneos en las mismas ciudades para eclipsar su presencia y mensaje.
Sin embargo, ante la inminente derrota electoral del 28 de julio y la incapacidad de cometer un megafraude, Maduro ha comenzado a explorar estrategias aún más desesperadas para retener el poder. La más reciente incluye provocar un conflicto con Guyana, lo cual justificaría la declaración de un estado de excepción y la consecuente postergación de las elecciones. Este movimiento tiene un paralelo inquietante con conflictos internacionales como el de Ucrania-Rusia, utilizando una retórica que aviva el nacionalismo para justificar medidas extremas.
Durante su participación en las recientes maniobras militares en El Pao, estado Cojedes, relacionadas con el mismo reclamo del Esequibo, Maduro afirmó en un mensaje ampliamente difundido que Guyana se ha convertido en el centro de la mayor amenaza contra la paz en Suramérica, con doce bases de la CIA y catorce bases secretas del Comando Sur en su territorio. “Pronto mostraremos pruebas”, advirtió.
Diosdado Cabello, por su parte, no se queda atrás en el uso de teorías conspirativas en las que vincula a María Corina Machado, considerada una amenaza electoral significativa para el régimen, con argumentos que podrían ser utilizados para descalificar a la líder del cambio. El vicepresidente del PSUV afirmó: “María Corina está enviando a su gente a encontrarse con disidentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), tanto dentro como fuera del país. Está en conversaciones con un general retirado que todavía tiene influencia en la Fuerza Armada. Paralelamente, se dio una reunión de unos banqueros en Miami que están vendiendo la tesis de que Maduro no saldrá con votos y que a lo mejor y lo mejor es pagar un ejército privado para atraparlo”.
La hipótesis más plausible de desestabilización involucra un conflicto con Guyana en el puente de Anacoco, construido recientemente por Venezuela para facilitar la movilización de personal y equipo militar. Se sospecha que Maduro estaría organizando una operación para destruirlo, que involucraría fuerzas irregulares del ELN o las disidencias de las FARC, quienes presumiblemente mantendrán en secreto la operación que obligará a Guyana a acudir a instancias internacionales para evitar la confrontación bélica que busca el candidato del PSUV.
Esta estrategia permitiría a Maduro justificar acusaciones de confrontación bélica y fortalecer su narrativa sobre una invasión y amenaza externa, siguiendo los argumentos de Cabello acerca de conspiraciones internacionales. Además, en ese momento crítico, presentaría el sucesor de Chávez evidencias de su reclamación, apoyado en imágenes de las recientes maniobras conjuntas entre Estados Unidos y Guyana. Es probable que elija hacerlo días antes del 24 de junio, coincidiendo con el Día del Ejército.
Como resultado, suspenden la elección presidencial, usando como justificación la defensa de la integridad territorial ante supuestos actos de agresión por parte de Guyana. Esta estrategia podría asemejarse a la adoptada por el presidente Volodimir Zelenski de Ucrania en noviembre del año pasado, después de la invasión rusa, cuando declaró: “Es el momento de la batalla, de la cual depende el destino del Estado y del pueblo”, y defendió la vigencia del decreto de estado de excepción, impidiendo la convocatoria a comicios e ilegalizando varios partidos por postura afines a Rusia.
En resumen, la maniobra para declarar un estado de excepción sigue un guion predecible, vinculando a Guyana y Estados Unidos como actores en una supuesta agresión, que justificaría acciones extraordinarias, incluida la suspensión de los comicios del 28 de julio.
Se vislumbra, por tanto, un escenario ante el cual Maduro -debido a su inminente derrota- opta por la opción de mayor riesgo para su permanencia en el poder.
Esta maniobra no solo expone al régimen a un rechazo internacional significativo por parte de aliados críticos como Brasil y Colombia, sino también al aislamiento internacional -inclusive China que tiene intereses en Guyana-, el fin de lo poco que queda de la alianza política, económica y social ALBA, el rechazo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el descontento y posible desobediencia civil dentro de Venezuela, especialmente entre las filas de las FANB que podrían ver esta treta como un paso demasiado arriesgado.
La suspensión de la elección del 28 de julio sería uno de los últimos errores de Maduro antes de abandonar el poder. Su mejor opción es la negociación para una transición ordenada y electoral, aunque tenga miembros de la Banda de los Cinco que no la apoyen y crean que todavía pueden sobrevivir a la voluntad de cambio que exige el pueblo con Edmundo González Urrutia y María Corina Machado a través del voto.