El último informe de la ONU sobre derechos humanos en Venezuela concluyó que "el régimen [de Nicolás Maduro] tiene una política destinada a reprimir e infundir terror en la población". Así mismo, indicó que, en medio de la continua crisis económica y social del país y el aumento de las tensiones políticas, existe un riesgo elevado de que la situación se deteriore aún más.
A pesar de que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) optó por cambiar la protesta pacífica de calle -una vez más, la primera fue cuando renunciaron al referéndum revocatorio presidencial- por las elecciones de gobernadores, el régimen de Maduro no termina de fijar el día, ni entregar el calendario electoral, para realizar dichos comicios. En cambio, utiliza la Asamblea Constituyente como un supra poder para someter los poderes públicos y el devenir del país.
Por lo tanto, los escenarios posibles para salir del estado de postración en la que se encuentra la situación política, económica social venezolana conduce a revisar los hechos acaecidos en los sistemas autoritarios caribeños porque hay un hilo conductor en estos dictadores: no negocian su salida, se mantienen en el poder hasta el último minuto.
Manuel Noriega en Panamá, Anastasio Somoza en Nicaragua, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y Fidel Castro en Cuba fueron algunos de los dictadores caribeños del siglo XX que salieron del poder por impulsos ajenos a su voluntad.
Manuel Noriega fue depuesto por la intervención del ejército de los Estados Unidos, para ser juzgado por el delito de narcotráfico por la justicia americana. En el caso de Somoza, la insurrección popular, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, puso fin a la dictadura. Con Pérez Jiménez, fue la crisis militar lo que terminó con el poder absoluto que hasta entonces tenía en las Fuerzas Armadas Venezolanas. Y Fidel Castro, el quebranto de salud lo obligó a traspasar el mandato a su hermano.
En el siglo XXI, H. Schamis sostiene que "los regímenes autoritarios suelen caer en base a tres factores: movilización de la sociedad, oposición unida y presión internacional". Es la manera óptima de contrarrestar el argumento de "autodeterminación de los pueblos", tan esgrimido por gobiernos de facto -en el caso de Maduro se dio con los golpes de Estado del Tribunal Supremo de Justicia el 31 de marzo y de la Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio- para evitar el escrutinio internacional.
Después de las tragedias de Rwanda y los Balcanes en los años noventa, la comunidad internacional incorporó en la doctrina de los derechos humanos universales el principio de la "responsabilidad de proteger" (2001), mediante el cual la comunidad internacional tiene la responsabilidad de utilizar los medios diplomáticos, humanitarios y otros medios pacíficos apropiados para proteger a la población contra el genocidio, crímenes de guerra, depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. Si es evidente que un Estado no está protegiendo a su población, la comunidad internacional debe estar dispuesta a adoptar medidas colectivas para proteger a esa población de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
Es decir, cuando un Estado no protegiese a su población, ya fuera por falta de capacidad o de voluntad, la comunidad internacional en general debería asumir esa responsabilidad.
Adicionalmente, las Américas, carente de crímenes de guerra y depuración étnica, adoptó la Carta Democrática Interamericana como el instrumento para salvaguardar a los pueblos de las dictaduras (2001). De allí la importancia de la reciente Declaración de Lima.
Los otros dos factores, la oposición unida y la movilización de la sociedad, actualmente pasan por cómo se están desarrollando las elecciones de gobernadores. Hasta ahora han dividido a una parte importante de la oposición y desmovilizado la calle, aunque la MUD la han asumido como una actividad de la hoja de ruta para salir de Maduro.
Si la condición del dictador caribeño es la de no negociar su salida, Maduro seguirá burlando las formas que acepta la MUD como el paradigma democrático. Aceptar esta realidad permitirá acortar los tiempos de sufrimiento de las mayorías.
El crecimiento de la desnutrición y la pobreza, y el resurgimiento de enfermedades, como la malaria y la difteria que se creían erradicadas hace 70 años, y del sarampión que descertifica la región de estar libre de esta enfermedad, deberían cambiar la prioridad de la salida progresiva del régimen de Maduro a una inminente. Porque es esta dimensión humana la que muestra de hasta donde es capaz de llegar Maduro para mantener el poder, además del rostro represivo y sanguinario que ha mostrado durante las manifestaciones.
De modo que la actividad electoral debería permitir relanzar la movilización de la sociedad, y el fortalecimiento del frente opositor que va desde el chavismo crítico hasta la resistencia. De lo contrario, Venezuela seguirá surcando "el mar de la in-felicidad". Y la salida será un "quebranto de salud".