La asistencia de Nicolás Maduro a la 27° edición de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), en la ciudad turística egipcia Sharm El Sheikh, marcó el inicio de su reinserción al circuito de los gobiernos democráticos que lo habían aislado por ser un usurpador de la presidencia. Fue la primera vez que acudió a un evento patrocinado por la ONU desde 2018 y después de haber sido señalado por la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU como cabecilla de los crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela e impulsador de políticas de extractivismo predatorio en la Amazonía.
El expresidente del gobierno español José María Aznar afirmó, en el VII Diálogo Presidencial del Grupo IDEA en Miami el pasado 25 de octubre, que “las cosas van a cambiar. Estados Unidos, que no tiene una política global para la región, va a tener una para Venezuela. Y es la consolidación de Maduro. Te guste o no, va a hacer eso y lo está haciendo”.
En los pasillos de la Conferencia en Egipto, Maduro y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, tuvieron un encuentro, no casual. El mandatario europeo le dijo al gobernante de facto venezolano: “El continente se está recomponiendo, y hay un camino que tenemos que construir (...) me encantaría que pudiéramos hablar un poco más y pudiéramos empezar un trabajo bilateral que sea útil para el país y la región (...) presidente [Maduro], yo lo voy a llamar una vez que esto pase”.
Unos días después Macron trataría el caso de Venezuela en el “espacio de diálogo para prevenir conflictos” del Foro de París sobre la Paz, al cual asistieron el presidente de la Asamblea Nacional de Maduro y el jefe de la delegación de la Plataforma Unitaria en las negociaciones de México; además de los presidentes de Colombia y Argentina, y la representante del Reino de Noruega. El recién electo mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, envió un mensaje en video.
Gustavo Petro logró que Francia, la cuna de “la libertad, la igualdad y la fraternidad”, se convirtiera en el facilitador europeo del reingreso de Maduro al concierto de países democráticos, reconociéndolo como presidente de Venezuela en Sharm El Sheikh y tratando la crisis del país en París.
El nuevo mapa político regional suramericano demanda normalizar la situación en Venezuela para poder consolidar la empresa criminal conjunta que tuvo origen en la oleada roja de la primera década del siglo XXI.
Además, la Casa de Nariño necesita que el Ejército de Liberación Nacional y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia sean parte de la sociedad y no una organización criminal-terrorista. Para la Paz Total de Petro, los abrazos, no balazos de Andrés Manuel López Obrador, es inevitable que el régimen de Maduro deje de ser de forma un régimen criminal que tiene sanciones económicas por parte de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea.
La búsqueda de una solución política a la crisis venezolana por parte de Occidente está conduciendo a la imposición de la tesis de Vladimir Putin y Xi Jinping de que “no existe un único modelo que guíe a los países en el establecimiento de la democracia. Corresponde únicamente al pueblo del país decidir si su Estado es democrático”.
Además, afirman “que la defensa de la democracia y los derechos humanos no debe utilizarse para presionar a otros países. Se oponen [Putin y Xi] al abuso de los valores democráticos y a la injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos con el pretexto de proteger la democracia y los derechos humanos”.
En el fondo es la misma tesis que están vendiendo en las Américas Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega, Gustavo Petro y Nayib Bukele.
En la entrevista con El País de España, Petro afirmó que “rechazar la democracia liberal lleva hacia dictaduras y autoritarismos como se vienen presentando en algunos países de América Latina”. En París propuso para Venezuela “el desbloqueo y la amnistía general y un pacto de convivencia para las elecciones y después de ellas”.
Los presidentes “progresistas” del Grupo de Puebla usan la democracia para cuidar solamente la forma, no el fondo de la experiencia. Porque la intención es llegar a la presidencia por la vía electoral, pero no respetar el principio de alternabilidad sino crear las condiciones para seguir de manera perpetua en el ejercicio del poder.
Hoy, Maduro es un pasivo para lograrlo porque es el ejemplo de lo que los pueblos no quieren vivir.
En consecuencia, es necesaria su reinserción en la comunidad de países democráticos para que el Grupo de Puebla continúe ad aeternum en el poder, sin importar la Carta Democrática Interamericana ni los derechos humanos porque serían la mayoría de los Estados en la OEA.