“La soberanía popular es el faro que guía el cambio en Venezuela, iluminando la esperanza de un futuro justo mientras el régimen se desmorona bajo el peso de su propia represión y abuso.”
Tras 25 años en el poder, el socialismo del siglo XXI se enfrenta por primera vez a una inminente derrota electoral debido a la impopularidad del régimen de Nicolás Maduro, al saqueo del país que ha conducido a una profunda crisis y, como consecuencia de ella, a la huida de más de 7 millones de venezolanos que buscan tener un mínimo de calidad de vida. Para legitimar su proyecto político, Hugo Chávez presentaba su gobierno como la encarnación de la voluntad popular y la soberanía del pueblo venezolano. Sin embargo, esa misma soberanía popular es la que se erige hoy como el faro que guía el cambio anhelado por la mayoría de los venezolanos (8 de cada 10). Este principio, que coloca el poder en manos del pueblo, no es solo una idea abstracta sino la columna vertebral de un gobierno legítimo y justo.
La reciente gira de María Corina Machado a los estados andinos de Mérida y Táchira mostró claramente de qué lado se encuentra la soberanía popular. A pesar de las acciones represivas del régimen de Maduro, que incluyeron la destrucción de tramos de carretera, el racionamiento de gasolina, la requisa de motocicletas, pintadas amenazantes, cierre de establecimientos y la sustracción de equipos de sonido, no lograron frenar la cruzada de la líder de la oposición.
Los intentos de intimidación no detienen al pueblo, dijo Machado, quien destacó la resistencia y la determinación de los tachirenses. Un espíritu indomable que las redes sociales mostraron en toda su amplitud y que no se amilana ante la persecución política que ha arreciado en contra de la oposición. Acceso a la Justicia reportó 46 detenciones arbitrarias por razones políticas, incluidos miembros del partido de María Corina, Vente Venezuela. Además, la semana pasada, el intento de detención del alcalde del municipio Ortiz en el estado Guárico, Franco Gerratana, fue frustrado por una multitud que acudió a impedirlo, mientras otros alcaldes y concejales han sido objetos de detenciones, inhabilitaciones y destituciones.
La represión también se extiende a los establecimientos comerciales. Hasta ahora, 16 restaurantes y hoteles han sido cerrados o sancionados por simplemente prestar servicio a María Corina Machado y su equipo en el recorrido que realizan por el país. Saben el rechazo que estas acciones generan y no les ha importado. Es la represión desmedida de la “revolución bonita” en Venezuela. Sin embargo, las fuerzas democráticas han demostrado una gran capacidad de respuesta. Ante la falta de transporte y gasolina, la gente se moviliza en moto o a pie. La campaña electoral se caracteriza por no utilizar propaganda en medios tradicionales, la información la difunden a través de redes sociales y boca a boca. Sin fondos para logística, los recursos provienen de las comunidades de manera voluntaria. Las concentraciones carecen de sonido adecuado, pero la gente escucha con el corazón, y los participantes crean sus propios carteles con mensajes personales y emotivos.
Los símbolos de esperanza abundan en las concentraciones. Pancartas muestran el apoyo y los sueños de los asistentes, que expresan a María Corina -con gran emoción, a veces hasta con llanto- que confían en ella para alcanzar un futuro mejor. No se hacen promesas electorales ni se distribuyen bienes materiales; la gente ofrece su trabajo y expresa su amor, lo que muestra una conexión emocional genuina con su líder. María Corina es vista como una más del pueblo que ha sufrido la violación de sus derechos al igual que el resto de los venezolanos, que padecen las fallas de los servicios públicos, la crisis de la salud y por los salarios de hambre.
El chavismo, que inicialmente fue apoyado por votantes pobres y rurales, ha perdido su base popular debido al saqueo a la nación, quedando reducido a una minoría. El descontento con el gobierno de Maduro ha llevado a muchos antiguos partidarios del chavismo a apoyar activamente a la oposición. Estas grandes movilizaciones contra el régimen a lo largo del país reflejan una conciencia y acción popular que desafía los análisis tradicionales, pues se basa en experiencias nuevas y auténticas.
Recuerda la revolución de los colores en países postsoviéticos y los Balcanes durante las primeras dos décadas del siglo XXI, que fueron impulsadas por el descontento con la corrupción, la falta de democracia y el fraude electoral. Los manifestantes, a menudo liderados por figuras de la oposición y movimientos juveniles, utilizaron tácticas de resistencia no violenta y movilización masiva para exigir cambios políticos y elecciones justas. Al igual que la Primavera Árabe, una serie de levantamientos populares, protestas y rebeliones surgieron en países gobernados por regímenes autoritarios que reprimían la libertad de expresión, los derechos políticos y las libertades civiles. Estos movimientos se extendieron por gran parte del mundo árabe desde finales de 2010 hasta principios de 2011, caracterizándose por manifestaciones masivas, huelgas y, en algunos casos, conflictos armados.
Un ejemplo de la soberanía popular fue la caravana de la libertad la semana pasada, escoltada por miles de personas y motos, que tuvo un momento culminante con la videollamada del candidato de la oposición Edmundo González Urrutia, quien expresó optimismo sobre la victoria dentro de cuatro semanas.
En conclusión, la soberanía popular en Venezuela se manifiesta como una fuerza poderosa y esperanzadora. La capacidad de adaptación y la resiliencia demostradas por el pueblo son la base para un futuro mejor y más justo, una evolución en la conciencia y la acción popular frente a la represión y el abuso del régimen.
La esperanza de un futuro mejor guía a los venezolanos en su lucha por un gobierno legítimo y justo que se materializará el 28 de julio.
La postura del pueblo a no ceder ante la represión y la intimidación del régimen es actualmente una realidad en la lucha política de Venezuela y cuenta con un amplio respaldo.
La soberanía popular es un faro de esperanza en Venezuela mientras el madurismo se desmorona.