Luis Almagro, secretario general de la OEA, publicó en el semanario uruguayo Crónicas varias reflexiones sobre su lucha para restituir la democracia en Venezuela: “El infierno del sendero que jamás se bifurca”.
El excanciller de José “Pepe” Mujica denunció hace más de seis años al régimen de Nicolás Maduro por “las violaciones sistemáticas de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, el comienzo de una crisis migratoria incipiente, ejecuciones extrajudiciales, tortura, presos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos”. Una posición que le valió el “adiós” del viejo, como él lo llama.
En este momento, Almagro (No pide perdón, Editorial Planeta, 2021) propone una negociación cuyo objetivo no sea “cómo se saca a Maduro, sino cómo sigue”. Propone cohabitar con un régimen que tiene secuestrada a la nación venezolana.
El secretario general de la OEA plantea un ejercicio de “diálogo real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos”. Por lo que “el diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan”. Una premisa poco probable porque Maduro no cree en la ley de la unidad y la lucha de los contrarios ―médula y esencia del método dialéctico marxista―. Lo único que entiende su racionalidad de criminal de lesa humanidad es una amenaza creíble sobre la mesa.
El primer ministro de Israel, Yair Lapid, lo señaló claramente en la reciente visita de Joe Biden a Jerusalén, cuando se refirió al régimen de los ayatolás y su programa de armas nucleares. “Las palabras no los detendrán, Sr. Presidente. La diplomacia no los detendrá. Lo único que detendrá a Irán es saber que, si siguen desarrollando su programa nuclear, el mundo libre utilizará la fuerza. La única manera de detenerlos es poner una amenaza militar creíble sobre la mesa”. Y agregó: “El régimen iraní debe saber que, si sigue engañando al mundo, pagará un precio muy alto”.
Los regímenes autoritarios de Irán, Rusia, Venezuela, China, Cuba y Corea del Norte actúan para mantener el poder a toda costa. Además, consideran a Occidente ―Estados Unidos y la OTAN― una amenaza para su seguridad.
Puedo pensar que Almagro ve la pérdida permanente de la democracia en Venezuela ante la nueva realidad latinoamericana, la cual gira hacia gobiernos que legitiman y ayudan a blanquear al régimen de Maduro. Sobre todo, con el triunfo de Gustavo Petro en Colombia. El eje Caracas–Bogotá es fundamental para el proyecto “revolucionario” latinoamericano del Foro de Sao Paulo (1990).
Si los Castro y ahora Díaz-Canel han asegurado la supervivencia, el manejo político y las relaciones internacionales de Maduro, la Casa de Nariño permitirá con la “paz total” que se mantenga el flujo de divisas provenientes de los negocios ilícitos hacia el régimen venezolano (9.500 millones de dólares en 2021, según Ecoanalítica, UN Comtrade, TSJ, OCDE y la OEA).
El nuevo gobierno de Petro haría lo mismo que Andrés Manuel López Obrador en México con los carteles de la droga, “abrazos no balazos”, que no solo no ha funcionado sino que ha irritado a las autoridades estadounidenses, que recientemente criticaron su inacción en contra de esas organizaciones del narcotráfico.
En este contexto, el secretario general de la OEA podría estar proponiendo “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Para ello, sugiere los “contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más”.
Una propuesta difícil de alcanzar, pues conforme avanza el tiempo el régimen madurista se ha encargado de eliminar o inhabilitar cualquier contrapeso.
Observar la realidad de Venezuela fuera del contexto de las autocracias (Autocracy Inc. según Anne Applebaum) que enfrentan las democracias para imponer sus reglas de juego podría contribuir a la frustración de la ciudadanía. Esto debido a que “la política mundial ya no consiste en aplicar las reglas [establecidas después de la Segunda Guerra Mundial]. En el nuevo orden las reglas no están dadas y las fuerzas que impulsan el ascenso de los Estados no son neutrales”.
El político y diplomático uruguayo nos deja una reflexión dura. No es sencillo aceptar la cohabitación con Maduro. Pienso que es difícil instrumentar los contrapesos en una narcotiranía. Pero me quedo con la adaptación al momento tan difícil que vivimos, no solo en la región sino en todo el mundo. Y apuesto por la Venezuela de senderos que se bifurcan.