La alta probabilidad de salir del gobierno de Nicolás Maduro a través de un referéndum revocatorio (RR) ha puesto a la Nomenklatura del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a recrear la narrativa del golpe de Estado por parte de la Oposición, por lo que han militarizado la ciudad de Caracas con operativos para "erradicar el hampa con nexos paramilitares", para luego vincular a los detenidos con los dirigentes estudiantiles, políticos y líderes de la sociedad civil que promueven la salida de Maduro.

Resulta que la mayoría del pueblo venezolano decidió optar por un cambio de gobierno. Lo manifestó en las elecciones del 6D de 2015 y cinco meses más tarde en la recolección de firmas para el referéndum. En ambas ocasiones el resultado fue contundente. En la primera, la voz del pueblo otorgó las dos terceras partes de la Asamblea Nacional a la Oposición, y en la segunda, en tres días firmó casi la mitad de los electores necesarios para activar el RR presidencial.

Ante una situación similar, el impeachment de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, Maduro usa la misma narrativa. Antenoche dijo en su programa de televisión que "[en Brasil] hay un golpe parlamentario, sin fórmula de juicio, sin ninguna causa en su contra". Se le olvidó que el impeachment de Dilma inició el 3 de diciembre de 2015 por la violación de la ley de responsabilidad fiscal brasileña. Lo que ocurre es que en Brasil, la mayoría también quiere la salida del Partido de los Trabajadores (PT) del gobierno por el manejo del poder (caso Lava Jato – Petrobras).

Asimismo, Maduro afirmó que "hoy no se dan los golpes de Estado con la fuerza armada, sino con los medios de comunicación, con la justicia y el parlamento". Habló de lo que a tanto miedo le tienen los regímenes autoritarios: de los controles y equilibrios democráticos, de la independencia de los poderes públicos y de la libertad de expresión, porque en estos gobiernos, tanto los poderes públicos como los medios de comunicación están secuestrados por el régimen. Y para evitar el escrutinio de los gobiernos y las organizaciones que defienden la democracia liberal recurren al principio de no injerencia en los asuntos internos de los "Estados soberanos".

Según la organización Freedom House, el gobierno de Maduro ocupa en el Índice de libertad 2016 el penúltimo puesto dentro de la tabla de 26 países americanos -un índice que mide anualmente los derechos políticos y las libertades civiles desde 1973. Le sigue, en el último puesto, el régimen de Cuba. Y el resto de los gobiernos de los países fundadores de la Alianza Bolivariana (ALBA) se ubican en el grupo de países que tienen democracias parciales o regímenes híbridos, en los cuales "sólo de palabra respetan los valores liberales y los derechos democráticos" (Joe Floweraker, 1997).

Desde el año 2011, el gobierno de Maduro ha estado en el límite de ser una democracia parcial. Sin embargo, el Índice de Libertad 2016 lo sitúa como una dictadura en el funcionamiento del gobierno, el derecho de asociación y reunión, y de ser de un Estado de derecho.

En cuanto al Índice de Libertad de Prensa 2016 de Freedom House, publicado hace dos semanas, el gobierno de Maduro alcanzó de nuevo la penúltima posición en la tabla de posiciones de las Américas. Sólo supera al régimen de los Castro en la categoría "sin libertad".

En el caso del régimen de Maduro tuvo un retroceso este año en el índice. Freedom House señaló un aumento de los ataques y amenazas contra los periodistas y la falta de transparencia en la propiedad de los medios -son adquiridos por adeptos al gobierno-, en medio de un ambiente económico que pone en peligro la viabilidad de los medios de comunicación, en especial la prensa escrita.

Sin embargo, no hay vuelta de hoja. Escuché decir al ex-ministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, que en la Unión Soviética el Politburó trató de mantener vivo un sistema económico que arquitectónicamente no podía sobrevivir. Lo hicieron a través de la férrea voluntad política y del autoritarismo. Sin embargo, cuando ocurrió el cambio, sucedió de manera abrupta y catastróficamente (agosto 1991).

Es lo que está pasando en Venezuela y Brasil. Si no se producen los cambios en la arquitectura política-económica, las mayorías no tendrán futuro, y de eso es precisamente de lo que se trata, de mayorías.

Con la salida de Dilma del poder, el régimen de Maduro pierde la incondicionalidad del gobierno brasileño que lo apoyaba en lo económico, en la comida y en la política internacional.

Ayer Maduro usó de nuevo la represión para callar lo que es un derecho ciudadano en democracia, el reclamo del conteo de las firmas del referéndum. Como lo expresó el Secretario de la OEA, Luis Almagro, "los pueblos [mayorías] tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla". No es el caso del gobierno de Maduro.

Por ahora, la mayoría en Brasil logra con el impeachment encausar su rumbo a un futuro mejor, y en Venezuela será el referéndum revocatorio.

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