Cuando la mayoría de los gobiernos democráticos en el mundo considera al régimen de Nicolás Maduro una dictadura “por romper el orden democrático”, y la empresa Smartmatic -dueña del software de votación del sistema electoral en Venezuela desde 2004- denuncia un fraude en la elección de la Constituyente, la casi totalidad de los partidos que integran la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) acuerdan participar en los comicios regionales programados tentativamente para el próximo 10 de diciembre de 2017. Una votación que viene aplazándose desde diciembre de 2016 porque el oficialismo no cuenta con los votos para mantener la mayoría de las gobernaciones.

La razón para participar es que el régimen de Nicolás Maduro ocupará todas las gobernaciones, lo que le permitiría seguir ejerciendo el poder absoluto de manera legítima en todo el país. Algo que el régimen de Maduro viene haciendo desde hace más de un año en “conchupancia” con la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

La premisa utilizada por la MUD para concurrir a estas elecciones es creer tener la mayoría de los votos. Piensa que al no asistir cometería un error muy caro, como lo fue en la elección parlamentaria de 2005. Sin embargo, los momentos históricos son distintos, aunque la táctica sea la misma, la abstención. Además, la MUD considera que el régimen está amagando porque no hará estas elecciones por el temor a perderlas, con lo cual su capital político seguirá cayendo.

En el libro el Arte de la Guerra, Sun Tzu establece que la guerra descansa en dos principios: “el engaño y en someter al enemigo sin luchar”. Dos máximas utilizadas por el régimen de Maduro después de la mayor derrota sufrida en 17 años de gobierno, las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015.

Cuando estaba cercado por el referéndum revocatorio presidencial en octubre del año pasado, Maduro utilizó “el diálogo” para ganar tiempo, y así llegar hasta el año 2017, a sabiendas que seguiría en el poder ejecutivo. Los artífices para “engañar y someter a la MUD sin luchar” fueron fundamentalmente los tres expresidentes miembros de la Internacional Socialista -amigos de varios líderes de la oposición-, Thomas Shannon, y el Papa Francisco.

El diálogo” evitó recoger las firmas para celebrar el referéndum revocatorio presidencial, un mecanismo contemplado en la Carta Magna, y desmovilizó la calle, por lo que el régimen de Maduro consiguió escapar de la mejor solución básica factible para el bien común, porque era pacífica, constitucional y democrática.

Un año después del “diálogo”, el régimen de Maduro enfrenta otra situación que demanda su salida por la vía de una elección general. El hambre, la falta de medicamentos y la inseguridad han movilizado las mayorías (80% de la población), saliendo a las calles para demandar su ida.

Han sido más de tres meses de protestas callejeras con un saldo hasta el pasado mes de julio de 133 personas fallecidas, más de 4.000 heridos, 5.051 personas detenidas, de la cuales están detrás de las rejas 1.383, según el informe de julio del Foro Penal. Además, han despojado de sus funciones, denunciado en la Fiscalía, y condenados a prisión catorce alcaldes de la oposición.

Unos hechos que colocan al régimen de Maduro en la praxis totalitaria. Así lo señalan, la mayoría de los países del continente americano, por lo que el expresidente Andrés Pastrana se lo preguntó a los líderes de la MUD “O hay dictadura o hay democracia. ¡Las dos son incompatibles!”.



Porque la dictadura se enfrenta consolidando mayorías con los distintos sectores de la sociedad, incluyendo a todos los factores opuestos al régimen, entre otros: los partidos y movimientos políticos, los gremios, los empresarios, comerciantes, universidades, estudiantes, profesionales, amas de casa, militares y religiosos.

La formación y la acción de este frente unitario es lo que permite cambiar la realidad totalitaria. Hasta ahora, el desafío a la represión de Maduro, la presión y coerción no-violenta, y algunas acciones por parte del poder legislativo y de la Fiscalía, como fueron el nombramiento de los jueces del Tribunal Supremo de Justicia y la calificación de que hubo una ruptura del orden constitucional en Venezuela, han debilitado una buena parte de las bases del poder de Maduro y han mermado su apoyo internacional, a tal punto que lo haría negociar o retirarse del poder político, si se mantiene la presión psicológica y simbólica.

Por otro lado, en democracia los espacios se defienden a través de los votos, porque el gobierno garantiza el Estado de derecho y la independencia de los poderes.

Por ello, el régimen de Maduro con las Regionales pretende “engañar y someter” una vez más a la MUD, aparentando que en Venezuela hay una democracia. Más bien todo lo contrario, y de hecho, Maduro arranca con el 25% de las gobernaciones “sin luchar”.

En las Regionales, los líderes de la MUD -“desgastados” por las acciones de la “resistencia civil”- servirán de instrumento para prolongar la “vida útil” del régimen de Maduro hasta diciembre. Y a partir de allí podría seguir en el poder un tiempo indeterminado, a pesar de la grave situación social que se avecina por la dantesca realidad de la economía venezolana.



Por lo tanto, la alineación de las acciones internas de la MUD con las sanciones de la comunidad internacional permitirá a los factores de la oposición encausar la hoja de ruta para salir del régimen de Maduro en el menor tiempo posible. En cambio, si la MUD se enfrasca en las Regionales, su resultado producirá el mismo efecto del “diálogo” en el 2016, i.e. la supervivencia del régimen de Maduro en el tiempo.



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