El régimen de Nicolás Maduro hace agua. Los ingresos netos por las exportaciones de petróleo han estado en un poco más de 100 millones de dólares promedio mensual desde el año pasado. Lo que afecta su gestión porque la venta de crudo representaba 95% de las divisas que ingresaban al país. Hoy equivale a apenas el 10% de una economía que se mueve con dinero proveniente de las actividades ilícitas que desarrolla el Estado mafioso que encarna.

En 2020, los ingresos netos estimados estuvieron en alrededor de 1.400 millones de dólares, una vez descontado los barriles de petróleo enviados a Cuba, China (pago de la deuda del Fondo Chino) y la India (parcialmente), según los cálculos de Inter American Trends con los datos de tankertracker.com y de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.



Asimismo, se observa que en el primer trimestre de 2020 y 2021 los ingresos fueron similares, 523 y 552 millones de dólares respectivamente –el año pasado el volumen de exportación compensó los bajos precios de petróleo, mientras que en lo que va de año es a la inversa–.

Cuando comparamos estos ingresos con los que representaban el 95% de las divisas que entraban al país –“[las sanciones] han provocado a Venezuela pérdidas superiores a los 30.000 millones de dólares”, según los cálculos oficialistas– se observa que el régimen de Maduro está recibiendo mensualmente solo el equivalente a 18%-24%. Entonces, no cuenta con suficientes recursos para someter a la población por la vía del control social (programa de bolsas CLAP) y la represión (grupos paramilitares, colectivos), ni para el lavado de dinero proveniente de la corrupción y negocios ilícitos como el narcotráfico, entre otros.

El uso de las reservas internacionales líquidas es cada vez más limitado para subsanar el déficit creado por los aportes de las exportaciones de petróleo. En 2019 y 2020, dispuso Maduro de 1.600 millones de dólares y 500 millones de dólares, respectivamente. Este año, el margen de maniobra es mucho más estrecho, 140 millones de dólares en el primer trimestre –Venezuela ha dejado de pagar la deuda externa desde 2018–.



La caída de los ingresos de divisas por exportación de petróleo se ha convertido en el talón de Aquiles del régimen de Maduro. Por ello, sacrifica al pueblo de Venezuela al dejarlo con poco diésel, una escasez creada intencionalmente para presionar al gobierno de Joe Biden a retomar los intercambios de crudo por gasoil.

Si acompañamos este escenario con la crisis sanitaria que está atravesando el país por el covid-19, se encuentra que el número de contagios y muertes están disparados. El régimen de Maduro está enfrentando el peor escenario epidemiológico, afirmaron el lunes en un comunicado conjunto las Academias de Medicina y de Ciencias.



Si a esto se le agrega la decisión del sucesor de Hugo Chávez de bloquear las dosis de AstraZeneca que iban a ser suministradas por el mecanismo Covax y la indolencia con la que le anunció al resto de los venezolanos “Yo me vacuné. Yo tengo inmunología ahorita”, estamos frente a una bomba de tiempo que podría estallar en cualquier momento. Y es que no es poca cosa el pueblo que lo rechaza –83%, según la Encuesta Nacional Ómnibus Febrero 2021 de Datanálisis, segregado por estratos sociales y autodefinición política de la siguiente manera: 94% (C), 82% (D) y 80% (E); dentro del oficialismo 32%, Ni-Ni 87% y oposición 99%–.

Si la falta de divisas es el talón de Aquiles de Maduro para seguir en el poder y la pandemia del SARS-CoV-2 es una bomba de tiempo, el enfrentamiento de la Fuerza Armada Nacional y la Fuerza de Acciones Especiales contra las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-Gentil Duarte) desde el pasado 21 de marzo –8 militares venezolanos muertos (suboficiales y oficiales) y 34 heridos, de acuerdo con la declaración del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López– sería “la guinda del pastel”, al mostrar la incapacidad que tiene la FANB de defender el territorio nacional, actualmente en manos de grupos irregulares.

La ONG Fundaredes denunció la presencia de las disidencias de las FARC; el Ejército de Liberación Nacional (ELN); las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FBL) y el Ejército Popular de Liberación (EPL), en 19 entidades: Táchira, Apure, Zulia, Mérida, Trujillo, Barinas, Lara, Falcón, Carabobo, Portuguesa, Aragua, Guárico, Bolívar, Monagas, Anzoátegui, Delta Amacuro, Yaracuy, Amazonas y la ciudad de Caracas.

En conclusión, Maduro se encuentra en una posición débil para mantener el poder si no logra incrementar el ingreso de divisas por las exportaciones de petróleo en los próximos tres meses; si no mejora la respuesta a la pandemia del covid-19 que azota el país en las próximas semanas; y si sigue exponiendo a los suboficiales y oficiales de la FANB a una lucha entre mafias por el control de un territorio.

En las actuales circunstancias, la oposición dentro del país lo que debería hacer es dejarlo solo, que pelee con su sombra. Pero no sin insistir en que el ciudadano de a pie, ese que todos los días llora a un familiar fallecido por el covid o que se ve obligado a recurrir a una campaña porque no tiene los fondos para curar a un enfermo, entienda que a Maduro poco le importa su sufrimiento. Deberían gestionarse las vacunas del mecanismo Covax y colocárselas a los venezolanos que se encuentran en otros países. Coordinar con el gobierno de Iván Duque este esfuerzo, por ejemplo, que bien vale la pena por los que han tenido que huir del país.

No es el momento de darle balones de oxígeno a quien ya se vacunó y está inmunizado con elecciones regionales y municipales, ni con presión para que la administración Biden facilite el swap de petróleo por diésel.

Maduro está en el peor escenario: con pocas divisas; una pandemia que tiene angustiada a la población y una FANB deteriorada.



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