El viernes de la semana pasada, Nicolás Maduro asumió la responsabilidad de la crisis que atraviesa Venezuela en la sesión de Apertura del Año Judicial. En el acto expresó: «Lo que sucede en el país no es por culpa de Donald Trump, es por culpa de nosotros”.
Antes dijo: “No permitamos que nadie nos caiga a coba (mentiras), no nos autoengañemos, hay cosas que están mal (...) debemos levantar una gran fuerza ética, moral y espiritual para cambiar todo lo que está mal en Venezuela”. Con ese fin encargó a la ilegítima asamblea nacional constituyente -zamuro cuidando carne- crear una «gran comisión reorganizadora del todo el sistema de justicia», que lo cambie de manera integral.
Con este hecho, Maduro trató de modificar la narrativa del origen de la devastadora y creciente crisis económica y humanitaria en Venezuela, porque desde 2017 ha afirmado que las sanciones impuestas por el gobierno de Trump al régimen bolivariano y la guerra económica eran las causas.
En este nuevo discurso, el heredero de Chávez sustituyó el imperialismo estadounidense (factor externo) por la corrupción (factor interno), como la causa raíz de la grave crisis en Venezuela.
Este factor (la corrupción) está alineado con el Índice de Percepción de la Corrupción 2019 de la asociación civil Transparencia Internacional para Venezuela (régimen de Maduro). Lo ubicó como el país más corrupto en América y el Caribe y quinto a nivel mundial.
En mayo de 2019, Transparencia Internacional advirtió que “la corrupción en las más altas esferas del gobierno venezolano no solo ha causado inestabilidad social y económica externa, sino que además ha debilitado a las instituciones estatales (...) las redes de delincuencia organizada actúan con impunidad en todo el país”.
Ayer, 4 de febrero, Maduro tuvo que rectificar su opinión sobre Trump. Desde el Cuartel de la Montaña dijo: “Hay muchos problemas que son culpa de Trump, pero hay muchos problemas que son culpa nuestra y tenemos que resolverlos nosotros mismos”. Regresó a la narrativa antiimperialista, manteniendo el factor interno como las fuentes de la crisis.
Por el otro lado, el presidente interino de Venezuela y de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, concluyó la gira por Colombia, Europa, Canadá.
En Ottawa afirmó que Cuba fuera un “factor mediador” en una eventual negociación -junto a Canadá- con el chavismo. «Hoy de cierta manera (Cuba) está sosteniendo un poco al régimen de Maduro, pero con el acompañamiento adecuado podemos hacer posible» que se pongan del lado de la solución, indicó.
En ese momento, Guaidó reconoció al régimen cubano como un facilitador en la solución de la crisis política venezolana. Sin embargo, tuvo que rectificar la propuesta al dejar Canadá. Volvió al criterio anterior: “El único rol posible que puede asumir Cuba en Venezuela es que sus funcionarios abandonen nuestro país”.
En cuestión de horas, Maduro y Guaidó regresaron al discurso que tiene a Venezuela sin una salida factible. Hasta ahora, ni la política de “presión máxima” de los aliados de Guaidó, ni el apoderamiento de la Asamblea Nacional por parte del régimen de Maduro producen las soluciones creativas necesarias para resolver la situación en el país.
Para las naciones que reconocen a Guaidó, el núcleo de la crisis política en Venezuela es la ilegitimidad de origen de Nicolás Maduro, producto de la elección presidencial del 20 de mayo de 2018.
La Unión Europea señaló en aquel momento que solo reconocería unas «elecciones basadas en un calendario electoral viable, acordadas en un contexto de diálogo nacional con actores y partidos relevantes, y respetando condiciones de participación equitativas, justas y transparentes”. Y Estados Unidos propuso unas negociaciones para abrir una salida a la crisis a principios del mes pasado. “Una rápida transición” para organizar unas elecciones presidenciales y legislativas libres y justas durante 2020. “Es la ruta más efectiva y sostenible hacia la paz y la prosperidad en Venezuela”, afirmó el Departamento de Estado.
Si el régimen de Maduro cree que con elecciones parlamentarias este año logra desbloquear la presión de la comunidad internacional está equivocado, porque lo que resuelve su ilegalidad de origen es repetir la elección presidencial amañada de 2018.
Seguir la hoja de ruta de 2019 por parte de Maduro y Guaidó conducirán al país a que el juego siga trancado. Y la crisis económica y humanitaria se mantendrá hasta que los venezolanos se acostumbren o se rebelen contra el statu quo.
Porque a lo mejor, hay que considerar que “no es culpa de Trump” y Cuba es un “factor mediador” si la hoja de ruta es electoral.