Este domingo Gustavo Petro, alias Aureliano en el M-19 ―movimiento guerrillero que existió entre 1970 y 2003―, se convirtió en el trigésimo cuarto presidente de Colombia. A los 17 años ingresó en la lucha armada en contra de la democracia colombiana y hoy, después de 44 años, logra alcanzar su sueño: tomar el poder de la patria liberada por Simón Bolívar.
La concepción política del “Eme” era completamente diferente a la de los insurgentes del ELN, las FARC, el Partido Comunista o los diversos grupos de izquierda universitaria, que tenían como referencia modelos como el soviético, el cubano o el chino. El movimiento al que pertenecía Petro tenía un proyecto propio: nacionalista y democrático, por lo que asumió la causa del Libertador para enfrentar el poder político colombiano al que tildaba de antidemocrático, tiránico y corrupto.
Bolivarianismo
En 1974, el M-19 sustrajo la espada de Simón Bolívar de la Casa-Museo Quinta de Bolívar en Bogotá. Y proclamó: “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha. Con el pueblo, con las armas, al poder”.
Por esa razón no debe de extrañar que lo primero que haya hecho Petro después de jurar el cargo y recibir la banda presidencial haya sido ordenar a Casa Militar que trasladaran la espada de Bolívar adonde estaba él, una solicitud que antes había negado el presidente saliente Iván Duque.
Petro quiso contar con la presencia del Libertador en la ceremonia. “Es la espada del pueblo y por eso la queríamos aquí”, indicó el nuevo mandatario sin vacilaciones. Algo similar hacía Hugo Chávez, dejaba a su lado un asiento para Bolívar. Cuando exhumó sus restos en 2010, señaló: “Confieso que hemos llorado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada. Dios mío. Cristo mío”.
Para los bolivarianos la independencia, la justicia social, la igualdad, la libertad, el anticolonialismo e integración de los pueblos forman parte de la ideología nacionalista.
Primer año de gobierno
Petro busca afianzarse en el poder en el primer año controlando los poderes públicos para luego transformar las instituciones.
Para cumplir con su decálogo (La paz; El cuidado; Igualdad de género; Diálogo sin excepciones; Escucha; Contra la violencia; Lucha contra la corrupción; Medioambiente; Impulso al desarrollo; y Cumplir la Constitución) nombró un “gabinete” de petristas pura sangre en la línea social y ambiental y “cancheros” santistas y samperistas para el anillo presidencial, según la revista Semana de Colombia.
Es decir, el manejo y los cambios fundamentales de su agenda “revolucionaria” serán manejados por los ministerios de Trabajo (las reformas laboral y pensional), Ambiente (economía verde), y Vivienda, Salud, Deportes y Cultura (programas para el control social de la población). Y para evitar la fuga de capitales colombianos y el apoyo de las calificadoras de riesgo y Wall Street, Petro recurre al pragmatismo, colocando ministros alejados de la izquierda en Hacienda (reforma fiscal), Interior y Defensa (reforma de las fuerzas públicas), Agricultura (reforma agraria), y Cancillería (paz total). Además de académicos en los ministerios de Justicia (lucha contra la corrupción), Minas y Energía (transición energética).
Democracia política y económica y justicia social
La periodista y abogada Thays Peñalver ilustra con tres ejemplos en su columna “Si Colombia fuera como Venezuela”, cómo Petro instrumentará su democracia económica y política.
La “democratización de la tierra fértil” regulará el “precio de los insumos agrarios; fomentará la agroindustria cooperativizada; y elevará impuestos a latifundios de tierras fértiles que no produzcan”. Con la reforma agraria, el nuevo Estado levantará un “catastro múltiple que intentará obligar a los productores a usar su tierra bajo los principios de subutilización y vocación productiva (…) si usted tiene vacas, pero su tierra es apta para el coliflor, deberá sembrar coliflor pues si no se le aplicará un impuesto que hará inviable su negocio”.
La “democratización del espacio urbano” tendría como objetivo “trasladar a los barrios pobres a las zonas de clase media” para pasar luego a la creación “de todas las condiciones de protección a la economía popular”. En consecuencia, dejaría “la persecución policial a los trabajadores informales”, abandonando ―producto de la reforma policial― su objetivo preventivo y de orden social.
La “democratización del negocio de turismo” será a través de las llamadas “asociaciones de acción comunitaria y solidaria”, que se encargarán de buena parte de este. “Miles de casas/hotel de familias podrán vender mundialmente servicios de hotelería y no las cadenas hoteleras”, propuso Petro en 2017.
La justicia social será la palanca para profundizar la polarización en la sociedad colombiana. La “Reforma Tributaria para la Igualdad y la Justicia Social” es el mejor ejemplo. Según un tweet de Petro, “disminuirá el índice Gini, el indicador de la desigualdad, de 0.54 a 0.49”.
Reflexión final
Petro buscará sembrar las bases de la Colombia bolivariana ―control social de la población― en los cuatro años de su mandato. Le será difícil cumplir con el decálogo. La mitad del país que no votó por él debe ser vigilante del cumplimiento del Estado de Derecho y la democracia. Darle el beneficio de la duda conducirá al país a un caos político, social y económico durante el período 2023-2026, del que después costará generaciones poderlo recuperar. Similar al originado durante y posterior a “La Violencia”.