Hasta ahora, la política del Kremlin con respecto a Venezuela estaba en manos de Igor Sechin, director ejecutivo, presidente del consejo de administración y vicepresidente del consejo de directores de Rosneft, una de las principales compañías estratégicas de Rusia que es responsable del 41% de toda la producción de petróleo en ese país y del 6% de la producción mundial. En términos de reservas de hidrocarburos y la producción de hidrocarburos líquidos también es la compañía estatal de petróleo y gas más grande del planeta. Sin embargo, esta descripción estaría incompleta si no se toma en cuenta el rol que tiene la empresa en la economía política rusa.
Sechin ha sido uno de los lugartenientes más cercanos del presidente Vladimir Putin. Los dos se conocen desde principios de la década de los años noventa, desde que trabajaron en la oficina del alcalde de su ciudad natal, San Petersburgo.
Cuando el ahora mandatario se mudó a Moscú en 1996 para convertirse en un funcionario de rango medio en el gobierno de Boris Yeltsin, Sechin lo siguió. Esa relación lo convirtió en la segunda persona más poderosa de Rusia en el tercer mandato presidencial de Putin, 2012-2018.
Con esta influencia, Sechin hizo de Rosneft el brazo político del Kremlin en Venezuela y apostó por la transformación de la estatal petrolera rusa en una compañía global a través de las asociaciones con Pdvsa en las empresas mixtas Petrovictoria (Carabobo-2,4), en la que es dueña del 40%; Petromonagas, en la que posee 16,7%; Petromiranda (Junín-6), en la que tiene una participación de 40%; Boquerón, también 40%, así como Petroperijá, 40%. El total de reservas probadas agregadas al portafolio de Rosneft fue de 150.000 millones de barriles.
Al mismo tiempo, Rosneft se erigió en el brazo financiero de apoyo a Maduro, luego de que China inició el desfase de los desembolsos acordados en el Fondo Chino (tranche A, B, C) a partir de 2014, por lo que la petrolera rusa, mostrando su compromiso con el heredero de Chávez, prepagó a Pdvsa la compra de crudo y productos refinados durante el período 2014-2016.
Fue el momento cuando el régimen bolivariano empezó a sentir la escasez de las divisas por la caída de los precios de petróleo, y tenía que enfrentar la elección parlamentaria de 2015. Según fuentes oficiales, Rosneft le dio a la estatal petrolera venezolana un total de 6,5 millardos de dólares en pagos anticipados por el suministro de 4 millones de barriles por mes (133.000 barriles por día). Además, en diciembre de 2016, le dio 1,5 millardos de dólares por 49,9% de las acciones de la refinería de Pdvsa en Estados Unidos, Citgo.
En consecuencia, a través de Rosneft, Putin buscó matar dos pájaros de un solo tiro en Venezuela: avanzar con los intereses geopolíticos rusos en el Caribe, hacer inversiones y acuerdos económicamente sustentables. Esto, a pesar de que muchas de las compañías rusas se quejaban de las crecientes dificultades para hacer negocios en el país.
Inicialmente, no fue Rosneft sino Gazprom la que encabezó la inversión en Venezuela (2008). Después de invertir cerca de 300 millones de dólares en la perforación de un solo pozo en el campo Urumaco I, pero al no encontrar petróleo comenzó la compañía a buscar una oportunidad para abandonar el país debido a la ineficiencia en la gestión técnica del proyecto por parte de Pdvsa, así como la corrupción e inestabilidad política en Venezuela, y la necesidad de invertir mayores recursos.
Fue entonces cuando Rosneft compró la participación de los socios del grupo NNK12 -integrado por Gazprom, Lukoil y Surgutneftegas para la explotación de la faja del Orinoco-en 2014. La motivación para hacerlo fue primero geopolítica y luego económica.
Sin embargo, el retorno de la inversión se impondría al final. Los resultados financieros en las empresas mixtas hacían difícil seguir operando en Venezuela y la lucha política contra el gobierno de Trump por mantener a Maduro en el poder arrojaba pérdidas para la estatal petrolera rusa. Las recientes sanciones a las dos comercializadoras, Rosneft Trading S. A, y TNK Trading International S. A, por parte del Tesoro de Estados Unidos en febrero y marzo de este año, terminó por socavar las oportunidades de exportación de Rosneft a nivel global al impedir el uso del dólar como moneda para los intercambios comerciales.
Por otro lado, la deuda pendiente que tenía Pdvsa con Rosneft fue cobrada totalmente por la estatal petrolera rusa con el manejo de las exportaciones de crudo, durante los últimos tres años. En 2019 llegó a manejar entre 70% y 80% de las exportaciones de petróleo de Venezuela, ignorando las sanciones de Estados Unidos.
Ante esta situación, Putin tuvo que tomar una decisión en relación con Rosneft: seguirla usando geopolíticamente en Venezuela o fortalecer su negocio petrolero global. Optó por la segunda y sacó a Sechin del país. Los activos que tenían en el territorio nacional fueron pasados a un holding ruso, Rosneftgaz, una empresa de maletín, por un monto equivalente en acciones a 4 millardos de dólares.
El resultado inmediato de la decisión del Kremlin fue que el sábado pasado tres tanqueros, tipo VLCC, fletados por Rosneft para cargar petróleo venezolano, se retiraron vacíos de aguas del Caribe, según los datos de Refinitiv Eikon.
En conclusión, Putin saca el brazo político-financiero de Venezuela.