La Plataforma Unitaria y el régimen de Nicolás Maduro vuelven a verse las caras este viernes en México para seguir negociando una solución a la crisis política y socioeconómica, así como la recuperación de la democracia en Venezuela.

Como método de negociación continúa en pie lo de que “nada está acordado hasta que todo lo esté”. Aunque se podrá llegar a convenios parciales si consideran que el tema está suficientemente discutido o si su implementación es urgente o necesaria.

El resultado exitoso de estas negociaciones, advirtió el líder del equipo facilitador de Noruega, Dag Nylander, dependerá del compromiso absoluto y la voluntad política de los actores. “Nadie más puede resolver esta situación por ustedes”, les dijo.

Veamos este proceso bajo la teoría del juego. Hasta ahora, el modelo que mejor representa los diálogos anteriores es el dilema del prisionero.

Por ejemplo, en 2019, el madurismo traicionó la Propuesta de Barbados que buscaba crear un Consejo de Gobierno. Esta jugada le permitió ganar tiempo al régimen para seguir en el poder. Además, buscó dividir a la oposición. Inició conversaciones paralelas con partidos minoritarios, conocidos como “la Mesita”, a los que ofreció concesiones políticas mínimas. La consecuencia para el gobierno interino fue el desgaste de su capital político. El índice de aprobación de la gestión de Juan Guaidó, presidente encargado, se desplomó 50% en los dos años siguientes, según la encuesta de Ómnibus de Datanalisis.

En los juegos no cooperativos, como es el caso del dilema del prisionero, la estrategia óptima es la de traicionar al otro, pues es la única opción que permite seguir “libre”, es decir, mantener el poder y no ser engañado (elecciones presidenciales). Pero los resultados cambian en función del número de sesiones que se requieran para llegar a los acuerdos.

Hasta 2019 ambos negociadores traicionaron, lo que los condujo a alcanzar el equilibrio de Nash –conjunto de estrategias en el que cada jugador hace lo mejor para él, dado lo que realizan sus adversarios– porque ninguno de los dos podía mejorar su situación por sí mismo. Si cambiaban de estrategia empeoraba.

La negociación en México viene signada por la traición, pese a que colaborar sería para ambos una solución óptima de Pareto –toda situación en la que no es posible beneficiar a una persona sin perjudicar a otra–.

El memorándum de entendimiento acordado –negociación pendular– de los siete puntos (derechos políticos para todos, las garantías electorales para todos y cronograma electoral para elecciones observables y verificables, el levantamiento de sanciones y restauración de los derechos a activos, el respeto al Estado Constitucional de Derecho, la convivencia política y social, renuncia a la violencia y reparación de las víctimas de la violencia, la protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano, y las garantías de implementación, seguimiento y verificación de lo acordado) cambia un poco el juego del dilema del prisionero al de piedra, papel o tijera.

Por lo tanto, ninguno de los negociadores tiene una estrategia dominante en México –aquella que es siempre óptima para un jugador independientemente de lo que haga el adversario–. En consecuencia, no hay una solución que logre un equilibrio de Nash.

El régimen de Maduro, entonces, busca obtener en este juego su mayor beneficio con el levantamiento de las sanciones sectoriales y la restauración de los derechos a los activos (Oro en Londres, Citgo, Monómeros, fondos de la Corporación Venezolana de Guayana en España, DEG en el FMI, entre otros), mientras que la Plataforma Unitaria intenta lograr unas elecciones libres y justas.

Ambos negociadores saben que en esta ocasión el que se levante de la mesa pierde.

En la primera y segunda ronda de reuniones el juego fue colaborativo: el 13 de agosto suscribieron el memorándum de entendimiento y la primera semana de septiembre dos acuerdos parciales. Además, la Plataforma Unitaria aceptó el reemplazo de un miembro de su equipo sin obtener nada a cambio.

Sin embargo, para la tercera fecha, el régimen de Maduro a través de su líder negociador, Jorge Rodríguez, amenazó con un posible “quiebre” tras considerar que se estaría violando uno de los acuerdos parciales alcanzados, como es la recuperación de los activos venezolanos en el exterior (Monómeros y Citgo). Aseguró que la Plataforma Unitaria “sabotea, condiciona y evade” los compromisos firmados en la primera ronda de negociaciones, al querer desentenderse del rescate de los activos mencionados que son patrimonio del país.

Aprovechando los hechos de Citgo y Monómeros, Rodríguez anunció la inclusión de Alex Saab en la tercera ronda negociadora como “diplomático venezolano”. Piensa que es la penúltima reunión y no le importa haber hecho esta jugada que se interpreta como una traición porque está seguro de que la Plataforma Unitaria, por muy molesta que esté, no se va a parar de la mesa. Insistimos, el que se levante primero pierde.

Entonces, los representantes de la oposición siguen sentados y colaborando. Aunque deberían “traicionar”, pidiendo un aplazamiento de las reuniones hasta que el régimen decida volver a colaborar.

Con esta estrategia de “traicionar”, el resultado esperado por el madurismo es la elección presidencial en 2024. Y por la Plataforma, elecciones presidenciales y legislativas libres y justas en 2024 –fecha tope–, a pesar de participar en las regionales y municipales del 21 de noviembre. Pero si la oposición sigue colaborando y el régimen traicionando, el resultado será: Maduro para rato. Y lo contrario, Maduro revocado.

En conclusión: el equilibrio de Nash en la negociación de México es traicionar de ahora en adelante.



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