En el dinámico escenario geopolítico entre Estados Unidos y Venezuela, la victoria de Donald Trump podría significar un cambio radical en la política exterior estadounidense hacia el régimen de Nicolás Maduro. Con el reconocimiento internacional de Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela y la tensión que ha surgido en la interacción con figuras influyentes como Elon Musk, la relación entre Trump y Maduro puede analizarse desde la modelación de conflictos, basados en las estrategias y los posibles resultados.
La teoría de la decisión interactiva, usada para estudiar decisiones estratégicas en escenarios de conflicto o cooperación, proporciona un marco claro para entender las opciones del nuevo inquilino de la Casa Blanca y el ocupante de Miraflores. En esta partida de ajedrez diplomático, cada movimiento responde no solo a sus propios intereses, sino a las acciones y reacciones de aliados, enemigos y de la comunidad internacional. De acuerdo con esta óptica, se identifican varios puntos fundamentales que podrían definir el futuro de Venezuela y de las relaciones entre ambas naciones.
La mascarada de formas: poder vs resistencia
Trump encarna el rol del “héroe pragmático”, comprometido con proteger la seguridad nacional de Estados Unidos y reforzar su imagen de líder fuerte y decidido. Su reelección -cuatro años después- está cargada de simbolismo para su base de votantes, quienes ven en él una figura que, sin miedo al conflicto, se enfrenta a cualquier régimen que amenace la paz estadounidense. Su promesa de mantener a Estados Unidos seguro y a la región en calma exige confrontar al régimen de Maduro, quien, por su parte, también ha construido una narrativa que exalta la resistencia.
Maduro, en respuesta, intenta apropiarse de la retórica de Trump con el lema “Hacer Grande a Venezuela”, buscando proyectar una imagen de apertura y conciliación con el nuevo gobierno estadounidense. Sin embargo, sus alianzas estratégicas con el régimen de los ayatolás y su retórica antiimperialista sugieren que, en realidad, persiste una postura de resistencia. Maduro quiere presentarse como un líder dispuesto a la cooperación, pero su discurso es tan pragmático como lo es el de Trump: en el fondo, su prioridad es la preservación de su régimen frente al poder absoluto el poder absoluto que los republicanos obtuvieron el 5 de noviembre.
Reconocimiento de Edmundo González Urrutia: una estrategia de suma cero
La victoria de González Urrutia en las elecciones venezolanas del 28 de julio marcó un hito en la política venezolana, al abrir un nuevo frente de legitimidad de origen contra el régimen de Maduro. Esto puede entenderse como un escenario de suma cero, donde cualquier ganancia en legitimidad para González Urrutia representa una pérdida directa para Maduro. Trump, al reconocer al diplomático como presidente electo, incrementa las probabilidades de socavar la estabilidad de la dictadura. Desde la perspectiva de Maduro, su respuesta óptima sería fortalecer sus alianzas internacionales, especialmente con actores que puedan contrarrestar la influencia del magnate en la región. Sin embargo, si Estados Unidos logra consolidar un consenso global, multilateral, en torno a la presidencia de González Urrutia, Maduro podría verse forzado a aceptar una negociación para una transición democrática.
Alianza Maduro-Irán: suma negativa
La estrecha relación entre Maduro con el régimen de los ayatolás se convierte en un factor de riesgo, tanto para Estados Unidos como para la estabilidad regional. Este es un escenario de suma negativa, donde el conflicto podría tener un costo alto para la dictadura bolivariana. Trump podría reimponer la política de máxima presión y coordinar una estrategia regional para aislar aún más al régimen venezolano, mientras que el jefe del PSUV podría usar su relación con Irán como herramienta de negociación. Sin embargo, una escalada en esta tensión solo aumentaría los costos de Maduro en el poder y profundizaría el aislamiento de Venezuela, alejando cualquier posibilidad de una salida democrática y estable para el país.
Conflicto personal con Elon Musk: señalización y disuasión
En un giro inesperado, la disputa entre Maduro y Elon Musk escaló a tal punto de que puede influir en las decisiones diplomáticas de la nueva administracion estadounidense, convirtiéndose en una trama de señalización, donde cada declaración pública envía un mensaje a los otros actores.
En la figura de Elon Musk, Trump tiene un asesor influyente con poder sobre la narrativa pública y el apoyo a sus decisiones estratégicas, lo cual fortalece la confrontación y ofrece al próximo presidente de Estados Unidos una ventaja para mantener presión sobre Maduro, intensificando su narrativa de amenaza y deslegitimación.
La amistad de Trump con Putin: negociación cooperativa
La relación entre Donald Trump y Vladimir Putin podría abrir una oportunidad inesperada para una solución negociada en Ucrania y Venezuela. Si ambos líderes logran alinear sus intereses, podría producirse un acuerdo que incluya: territorios ucranianos ocupados por fuerzas rusas y la salida de Maduro de Miraflores, especialmente en un contexto donde Estados Unidos enfrenta una crisis migratoria exacerbada. Esta relación se presenta como una partida de negociación cooperativa, en el que Trump y Putin podrían llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso que facilite una transición en Venezuela. Esto pondría a Maduro en una posición de vulnerabilidad, limitando sus opciones y forzándolo a aceptar términos que probablemente no serían los más favorables para él.
Conclusión: la estrategia de Maduro en el escenario geopolítico
Desde la perspectiva de la modelización de conflictos, la reelección de Trump en el escenario geopolítico sitúa a Maduro en una posición de desventaja estratégica.
Factores como el reconocimiento de González Urrutia, la alianza con Irán, el enfrentamiento con Elon Musk y la relación entre Trump y Putin sugieren un cambio en la balanza de poder que amenaza al régimen de Maduro. Para el heredero de Chávez, la única respuesta sostenible a largo plazo sería negociar, reconociendo que la democracia representa la voluntad del pueblo y debe ser respetada, evitando así un conflicto directo que podría acarrear mayores pérdidas si se juramenta ante su Asamblea Nacional el 10 de enero de 2025.
Si Maduro sigue enfrentando cada desafío con una estrategia de confrontación, el equilibrio de poder en el escenario de la política internacional lo podría dejar sin aliados esenciales y con un margen de maniobra muy reducido. En este contexto, y según los principios del análisis estratégico, su táctica óptima sería intentar un acuerdo con las fuerzas democráticas que garantice su salida de la forma menos costosa posible, preservando su futuro político o, al menos, evitando un desenlace fatal. En el gran tablero geopolítico, Trump 2.0 plantea a Maduro una última apuesta: negociar o perder.