“Toda exposición científica, oral o escrita, por muy depurada que sea, siempre contiene, a veces una cierta cantidad de ruido, necesario para transmitir la información, a veces, por el contrario, elementos elípticos, sobreentendidos cuya amplitud nunca es precisada ni uniforme.” – Algirdas Julien Greima

La crisis en Venezuela sigue siendo un rompecabezas geopolítico en el que las decisiones estratégicas y las narrativas se entrelazan, creando un estado de estancamiento que parece inquebrantable. Utilizando la teoría de juegos aplicada a la política y el modelo de roles narrativos, es posible explorar las dinámicas de poder y las historias subyacentes que definen este complejo escenario.

Un tablero de juego estratégico

El análisis de Bruce Bueno de Mesquita nos dice que las decisiones de los actores políticos están afectadas por sus preferencias, poder y capacidad de influencia. En el caso de Venezuela, los actores clave son la administración de Estados Unidos, el régimen de Nicolás Maduro, la oposición venezolana y la comunidad internacional. Todos buscan maximizar sus beneficios en una contienda en la que cada movimiento tiene implicaciones profundas.

Estados Unidos y su doble narrativa: estabilidad vs transacción

Bajo la estructura profunda del relato, la administración estadounidense se descompone en dos protagonistas o héroes de la narración posibles: una presidencia de Kamala Harris y una de Donald Trump. Harris representa una narrativa que actúa con cautela, manteniendo un curso de estabilidad y continuidad. El fin o meta de esta administración es contener la crisis política del golpe de Estado a la soberanía popular sin desestabilizar la región, apostando por sanciones individuales y una diplomacia sin cambios radicales. Es el actante o participante que reafirma la política existente, dejando a las fuerzas democráticas y al pueblo venezolano como destinatarios de un esfuerzo que, aunque legítimo, carece del impacto necesario para provocar un cambio.

Por otro lado, Trump es un participante transaccional, caracterizado por una estrategia impredecible y flexible. Su meta es influir en Venezuela de una manera que beneficie los intereses estadounidenses con opciones que van desde la presión máxima con sanciones económicas hasta negociaciones que podrían legitimar al régimen de Maduro. Esta volatilidad redefine la narrativa y posiciona al sucesor de Chávez como un oponente adaptable, que ve en Trump una oportunidad para negociar concesiones y aliviar la presión internacional.

La oposición: un sujeto sin aliado internacional decisivo

Las fuerzas democráticas venezolanas, lideradas por María Corina Machado, asume el papel de protagonista en busca del objeto de democratización y cambio. Sin embargo, el modelo de Bueno de Mesquita sugiere que la falta de un aliado internacional contundente limita las posibilidades de éxito. La administración de Harris, con su enfoque predecible, y la de Trump, con su posible giro hacia acuerdos, no ofrecen el apoyo decisivo que la oposición necesita para romper los incentivos de la coalición que sostiene a Maduro en el poder. En esta narrativa, la Plataforma Unitaria se enfrenta a un adversario que usa el terrorismo de Estado para seguir en Miraflores.

Maduro: un oponente criminal que toma el rol de sujeto

Maduro, en el modelo de roles narrativos, es tanto el adversario como protagonista en su propio relato. Su fin es mantenerse en el poder y sortear la presión internacional. Según la teoría de juegos aplicada a la política, el exdirigente sindical utilizaría una estrategia mixta: se adaptaría a las fluctuaciones de la política estadounidense, aprovechando la inercia de Harris para consolidar el control del país con mano de hierro y la incertidumbre de Trump para navegar las sanciones, negociando la repatriación de los venezolanos indocumentados.

En esta lucha, el jefe del PSUV actúa como un acróbata: utiliza las “megaelecciones del próximo año” y otras tácticas para normalizar su régimen, mientras mantiene a sus aliados internacionales, como Rusia y China, como colaboradores que le proporcionan respaldo político y cierto soporte económico.

La comunidad internacional y la migración: un objeto inconcluso

La comunidad internacional, incluidas la OEA y la UE, desempeña un papel de aliado que actúa de manera fragmentada y, a menudo, insuficiente. Las decisiones estratégicas de Estados Unidos tienen un impacto directo en la migración venezolana, que se convierte en una intencion no resuelta. El análisis semiótico muestra cómo este objetivo refleja la incapacidad de las políticas actuales para abordar las raíces de la crisis migratoria y no solo sus síntomas.

Conclusión: una historia sin desenlace

La teoría de juegos aplicada a la política y el modelo de roles narrativos combinados revelan un patrón de inercia en el que las decisiones estratégicas de los actores principales perpetúan un equilibrio estático. La administración de Harris con su política de estabilidad (mezcla de sanciones y diplomacia) y la de Trump con su enfoque de transacciones (deportaciones masivas) representan dos lados de la misma moneda: un compromiso con la transición política que hasta ahora no se realiza plenamente.

La narrativa de poder en Venezuela, tal como está estructurada, es una historia de resistencia y adaptabilidad. Maduro sigue siendo el jefe de la banda criminal o competidor sin escrúpulos, mientras la oposición lucha sin un aliado lo suficientemente poderoso para alterar el equilibrio. Aunque la comunidad internacional y la migración continúan siendo factores cruciales, hasta el momento no han logrado funcionar como agentes efectivos de transformación. Mientras este ciclo persista, Venezuela permanecerá en un impasse político sin una solución viable en el futuro inmediato.

La clave para un desenlace diferente radica en la aparición de un aliado que transforme la narrativa: una coalición internacional decidida, un cambio en la estrategia de la administración estadounidense, o una movilización interna y de la diáspora capaz de cambiar las reglas del juego. Hasta entonces, el país permanece, como diría Algirdas Julien Greimas, en un relato que se repite, en el que los actores siguen interpretando los mismos papeles en un escenario que exige un cambio radical.



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