“Los gobiernos son instituidos entre los hombres, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados.” - Thomas Jefferson
A cuatro días de las elecciones, Venezuela se encuentra al borde de un cambio histórico. La soberanía popular ha decidido quién será el próximo presidente: Edmundo González Urrutia. Este momento no es simplemente un resultado electoral, es un profundo tsunami social y ético que marca el fin de la dictadura de Nicolás Maduro y la recuperación de la democracia. A pesar de las declaraciones del candidato del PSUV de que la oposición cantará fraude y llamará a la protesta violenta, esa noche será muy diferente.
El pueblo saldrá a las calles para celebrar el contundente triunfo electoral que encarna el fin de 25 años de régimen socialista. Y a Maduro no le quedará otra opción que reconocer la victoria de González Urrutia. Si se aferra al poder mediante tácticas autoritarias pondrá en peligro no solo la estabilidad y las relaciones del país, sino la posibilidad de que levanten las sanciones que pesan sobre él y las otras autoridades del chavismo, lo que ha sido su prioridad en todas las negociaciones con la Casa Blanca.
Hoy, Maduro no solo representa el hambre, la corrupción y la represión, sino también el exilio masivo y la separación de familias. Su campaña electoral se ha basado en la violencia, la coerción y el fraude, prácticas que definen lo que sería su continuidad en el poder. Una victoria de la oposición pondrá fin a toda esta tragedia y a esa necesidad de huir de la patria en busca de una mejor calidad de vida más allá de las fronteras.
En Venezuela, la lucha por la democracia es una batalla ética por la verdad, existencial por la vida y espiritual por el bien. La violencia no ha emanado de María Corina Machado ni de Edmundo González Urrutia, como repite el régimen de Maduro, sino que ha sido dirigida hacia ellos y, sobre todo, a la líder de Vente Venezuela y su equipo.
Maduro acusa a la oposición de querer provocar apagones para cambiar el voto del pueblo y los tilda de fascistas. Sin embargo, como hicieron los nazis que cerraban los comercios judíos, el régimen ha echado mano del Seniat para clausurar locales de comida, hoteles y otros establecimientos por el simple “delito” de haber prestado un servicio a los líderes de la Plataforma Unitaria.
Desde el inicio de la campaña electoral, la represión contra la oposición ha aumentado significativamente. Según Foro Penal, desde enero se han registrado 125 detenciones arbitrarias de opositores, 103 de ellas vinculadas al partido Vente Venezuela y 78 ocurridas después del 4 de julio, cuando comenzó formalmente la campaña electoral. Además, desde Miraflores han ordenado bloquear autopistas y carreteras para detener la voluntad de un pueblo decidido a manifestar su decisión de acompañar a María Corina en sus concentraciones.
Por el contrario, con Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, Venezuela experimentará un renacimiento como un país inclusivo, donde todos tendrán cabida en un clima de paz, libertad y prosperidad.
Maduro rechaza la presencia de observadores internacionales de la Unión Europea, una medida vista como una clara amenaza de fraude electoral, a pesar de que la mayoría de los venezolanos (80%) desean democracia y libertad y solo una minoría (20%) apoya la continuidad del madurismo. Por lo tanto, no existe una verdadera polarización, sino una voluntad de cambio mayoritaria que ya ha decidido el futuro del país.
La comunidad internacional ha mostrado un firme compromiso de acompañar la lucha y defensa de la democracia. Este apoyo es crucial para asegurar una transición pacífica, ordenada y legítima hacia un gobierno democrático liderado por González Urrutia.
Es crucial que los gobiernos democráticos mantengan la presión sobre el régimen de Maduro para que respete la voluntad del pueblo venezolano. Observadores internacionales, como los enviados por Lula, el Centro Carter y la ONU, tendrán un papel vital en asegurar la transparencia del proceso electoral. La legitimidad de origen de cualquier gobierno debe basarse en elecciones limpias y justas, y Venezuela no puede ser la excepción.
La nación está a punto de un cambio histórico. La elección presidencial en Venezuela no es solo una oportunidad para elegir un nuevo presidente, es una llamada a la acción para que cada ciudadano tome el control de su destino, defienda su voto y haga respetar la soberanía popular.
El 28 de julio es un momento de esperanza y renovación para todos los venezolanos, tanto dentro como fuera del país. Con el apoyo y la vigilancia de la comunidad internacional, Venezuela podrá finalmente dejar atrás los años de represión y miseria, para avanzar hacia un futuro exitoso en el que el socialismo quede enterrado para siempre.
A pesar de que las cúpulas políticas y militares del régimen han acordado hacer lo necesario para declarar a Maduro como el ganador y no entregar el poder, hoy, más que nunca, es el momento de abrazar el potencial que representa 80% de la población que quiere cambio, que añora el regreso de su gente, que quiere poner fin a 25 años de destrucción y recuperar a esa Venezuela que alguna vez fue de los países más prósperos de la región.
Los próximos cuatro días serán decisivos. El futuro de Venezuela depende de la determinación, la sabiduría y el coraje de su pueblo, acompañado por María Corina y Edmundo González comprometidos con la democracia y la libertad.