“Las instituciones parecen robustas… hasta que dejan de serlo. El declive no es gradual, sino abrupto. Un día el imperio está en pie. Al siguiente, ha desaparecido.”
Cuando los futuros historiadores documenten la caída del régimen venezolano, tal vez concluyan que no comenzó con una insurrección, ni con una sanción, ni siquiera con una gran protesta. Comenzó con un susurro, la madrugada del 6 de mayo de 2025. Esa noche, cuatro presos políticos —aislados durante más de un año en una embajada sitiada por el Sebin y la DGCIM— escaparon sin un solo disparo. La operación, denominada Guacamaya, fue quirúrgica, eficaz y profundamente simbólica. Destruyó la ilusión de control absoluto que Nicolás Maduro y su cúpula habían cultivado durante más de una década.
Desde entonces, algo se ha roto en el corazón del poder.
La narrativa oficial colapsa
Para el observador externo, Maduro aún gobierna. Organiza elecciones, habla desde el Palacio de Miraflores, mantiene símbolos e instituciones. Pero las encuestas desnudan otra realidad: 84% de los venezolanos ha decidido no votar en la elección del 25 de mayo porque la consideran una farsa. No es indiferencia, es resistencia activa.
La deslegitimación del proceso electoral es tan profunda que incluso los candidatos “opositores” son vistos como traidores por 83% de la población, que los identifica como colaboradores del cabellomadurismo. El régimen ya no inspira ni autoridad ni miedo, y su retórica se desvanece ante una población que ha dejado de obedecer.
De imperio petrolero a cartel en decadencia
La Venezuela de Hugo Chávez funcionaba como un petroestado ideológico: distribuía renta, compraba lealtades y exportaba revolución. Pero cuando Maduro heredó el poder en 2013, ya estaba en marcha un proceso de degradación institucional. En lugar de reformar, transformó el Estado en una red criminal transnacional, que fusionó el aparato público con el narcotráfico, la minería ilegal y el contrabando de petróleo.
Como bien señala el historiador británico y profesor visitante en la London School of Economics Niall Ferguson, los fuerza, sino por fragilidad en sus redes. Hoy, esas redes financieras —turcas, rusas, chinas, del Golfo— empiezan a deshilacharse. Estados Unidos, Europa y aliados regionales han comenzado a estrangular los flujos económicos que sostienen al cartel cabellomadurista.
El momento Guacamaya: cuando el miedo cambia de lado
La Operación Guacamaya se ha convertido en un hito emocional y político. Según la encuesta Meganálisis, 75% de los venezolanos cree que fue una intervención internacional real y exitosa. Y aún más revelador: 72% desea más extracciones. Lo que antes era impensable, ahora es deseado.
El régimen, que se sustentaba en el miedo, ha perdido su principal herramienta. Hoy, 62% de la población percibe a Maduro y su entorno como debilitados, y esa percepción ha roto el equilibrio psicológico del autoritarismo. Como enseñó el historiador británico: cuando el miedo cambia de bando, el sistema pierde cohesión interna.
La resistencia se reinventa: redes distribuidas
La oposición venezolana, antes perseguida y fragmentada, ha mutado. Tras el triunfo electoral del 28 de julio de 2024 —robado por el aparato madurista— las fuerzas democráticas se reorganizaron como una red cívica distribuida, descentralizada, digital y resiliente.
Inspiradas por el símbolo de la Guacamaya, estas redes conectan ciudadanos dentro y fuera del país. Según Ferguson, los sistemas en red son los que derriban jerarquías verticales. Y hoy, el régimen jerárquico de Maduro no tiene capacidad adaptativa frente a esta red viva y persistente.
El colapso final: cuando nadie obedece
La “elección” del 25 de mayo representa el último intento ritual de simular poder. Pero como revela Meganálisis, la mayoría ya no cree en el juego. El rechazo no es silencioso: es activo, cívico, simbólico. Es la caída del emperador, como escribió el profesor visitante en la London School of Economics, “cuando los únicos que quedan a su lado son cortesanos repitiendo ficciones de poder”.
Maduro ya no gobierna: administra ruinas. Su base se desintegra, su legitimidad se evapora, sus aliados recalculan. Y la sociedad ha perdido el miedo, el recurso más preciado del despotismo.
Epílogo: la historia acelera
No se necesita un estallido para certificar la caída. Venezuela, como tantos otros imperios, se derrumba desde adentro. El colapso no siempre es visible al principio. Pero como advierte la historia —y la Biblia— “el fin llega de repente, como un ladrón en la noche”.